Mª Carmen Muñoz Albacete

Estudiante de la Universidad de Almería

Tras el debate del pasado miércoles 8 de julio, donde algunos/as representantes del estudiantado de diferentes universidades públicas de España tuvimos la oportunidad de compartir nuestras opiniones sobre la extraordinaria situación que vivimos en el último cuatrimestre del pasado curso, me mantengo en la idea de que este confinamiento ha sido una carrera de obstáculos que, de momento, hemos superado con bastante éxito. Pues, ya no sólo nos enfrentamos al cambio de rutina de la noche a la mañana si no que, añadimos, el factor tecnológico que ha sido a la vez herramienta e impedimento para avanzar en el desarrollo del curso.

Por un lado, gracias a las tecnologías hemos podido mantener el contacto y seguir, como decía, el curso con una cierta normalidad. En cambio, por otro lado, esto depende de los recursos de cada persona tanto materiales como físicos y personales; es decir, no sólo entra la disposición o no de un dispositivo, debemos tener en cuenta las situaciones discapacitantes de las personas para las que las universidades no están preparadas.

Uno de los aspectos a destacar es la conciliación familiar, tanto del profesorado como el alumnado y de quienes trabajan en la universidad como el personal de administración y servicios; en algunos casos, convirtiéndose en una problemática que desencadena y crea un efecto dominó. En mi opinión, estos círculos se deben a un error en el plagio de otros sistemas al Estado español; en otras palabras, en España se intenta copiar unos sistemas que funcionan en otros países y, por ello, dejan de lado otras variables en las que hay que incidir.

Personalmente, espero y deseo que se replanteen el sistema educativo que tenemos y se luche por la enseñanza desde la igualdad, el sentimiento y el empoderamiento. En muchas ocasiones se ha denunciado la falta de formación y de la relación profesor-alumno; no obstante, esta repentina adaptación a las clases virtuales ha hecho que esas problemáticas ya existentes sean más notables en cuanto a las metodologías, tipo de evaluación y calidad de la enseñanza.

Esta situación ha mostrado la necesidad de ver la educación como una inversión en formación con el fin de adaptar nuestro ejercicio profesional y responsable como ciudadanía a los retos que enfrentamos cada día; sin embargo, esto parece no calar en profundidad, pues, se aproximan otros recortes en los pilares de la sociedad: investigación, sanidad y educación.

En definitiva, la conclusión general que obtengo tras el debate es que tenemos las herramientas, pero no sabemos trabajar en equipo. Sin irnos muy lejos, las universidades tienen herramientas que no saben utilizar y prefieren, en algunos casos, hacer un mal uso de ellas antes de preguntar y cooperar.

Por ello, la COVID-19 ha sido un punto de inflexión para tomar impulso y trabajar codo con codo; sin embargo, las universidades no son las únicas que deben seguir este clásico método con el estudiantado para hacer de ellas unas instituciones de calidad y de calidez, como comentaba una de mis compañeras. El Estado debe escuchar más a la población porque el motor de un país son sus habitantes; del mismo modo que las universidades son los miembros de la comunidad universitaria.

Evento organizado por Medialab UGR disponible en el siguiente enlace.

Foto de portada de Kevin Ku en Unsplash